domingo, 15 de abril de 2018

V Río Caroní

Del Marcela al Caroni 
La Primera Presa 
Cuando Diego de Ordaz, penetró las bocas del Caroní hasta toparse con­tra una muralla de ruidosas torrenteras, al igual que le ocurriese más tarde al segoviano Antonio de Berrío y al anglicano Walter Raleigh, imaginó aquello como una especie de dragón custodiando o impidiendo el acceso a los tesoros de la tierra y de cierto que sobre el lecho profundo del río atormentado por el ingente peso de su riqueza, corría el polvo de El Dorado hermanado con la piedra preciosa en tanto que el color de sus aguas anunciaba la presencia del hierro por algún lado.
Irremisiblemente, el río era innavegable de manera continua e ininte­rrumpida y no pudiendo remontarlo a lo largo de sus 925 kilómetros de longitud, se desviaron por El Paragua, su afluente principal, pero el cli­ma, la hostilidad aborigen y la zoonosis propia de la selva conspiraban contra el conquistador y jamás pudieron ver sino en muy aisladas y con­tadas muestras el ansiado tesoro asociado con las mitológicas hespéri­des.
Hubo de transcurrir casi cuatro centurias para que apareciera la riqueza que ellos intuían en la reconditez de aquellas aguas avinadas que se champañizaban en la abruptuosidad de las rocas. El Caroní se presenta hoy desnudo, y de cuerpo entero, ante la voluptuosidad del hombre con­temporáneo que le exprime la savia de su poder y lo irriga sobre las carencias de otros territorios.
El conquistador contemporáneo, con su ciencia y tecnología de posibili­dades cada vez más sorprendente, ha levantado el velo que impedía ver y aprovechar la inmensa riqueza que el río le ofrece a la Venezuela de hoy.
Aparte del oro y del diamante que se extrae tanto de él como de sus numerosos tributarios, generosamente rendidos ante la voluptuosidad epicúrea del habitante actual, mantiene iluminada a toda Venezuela y en cada tendido de la interconexión hay fuerza suficiente para mover la vida social, económica e industrial de la Venezuela que desde mediados de este siglo aparece suscribiendo un pacto irrescindible con el porvenir.
El Caroní es una de las siete estrellas del Orinoco alumbrado desde la Sierra Pacaraima. Ahí, nace como haz de luz para ser reforzado con el Yuruani, hasta recibir el Aponguao, pocos kilómetros adelante del sitio de Apoipó, desde donde se dice que adopta definitivamente el nombre de Caroní.
Arauriquén, Turica, Acapara, Urimán, Cucurital, Carrao, Antabare, Yama, Peluca, Chiquare, Urape, Guri y otros caen por la derecha; mien­tras que, por la izquierda le llegan Cauru, Apreme, Mapirima, Verde, Iverepun, Aratal, Parupa, Paragua, Pao, Santa Bárbara, Río Claro. Pero su afluente de verdadera importancia es El Paragua que nace para un recorrido superior, en la divisoria de las vertientes del Orinoco y el Amazonas.
El Caroní, desde que nace hasta que concluye con el Orinoco, acusa un desnivel abruptamente escalonado por raudales y cascadas que obstacu­lizan la navegación, pero que a cambio elevan la potencialidad de su fuerza a magnitudes que las más avanzadas tecnologías convierten en ingentes caudales de energía industrial. Ningún otro río de Guayana tie­ne tantos raudales y saltos, ni tantas islas rocosas.
La extensión de la cuenca del Caroní ha sido calculada en 96.000 Km2. De éstos, aproximadamente, 20.000 tienen una altitud mayor de 500 msnm; unos 50.000 está entre 500 y 1.000 msnm; otros 20.000 tienen entre 1.000 y 1.500 msnm y en los 6.000 Km2 del tramo superior, con un área hidrográfica muy vasta, la altitud supera los 2.000 msnm.
En su recorrido el Caroní drena pues un área de 96.000 kilómetros cua­drados y recibe los nombres de Alto Caroní, desde su nacimiento hasta la desembocadura del Paragua (San Pedro de las Bocas); y Bajo Caroní, seguidamente hasta encontrarse con el Orinoco. El Alto Caroní se ca­racteriza por pendientes pronunciadas, con numerosos rápidos y caídas, intrincada vegetación y extensas áreas con vegetación de sabana.
El Bajo Caroní con afluentes de poca importancia, es bastante angosto y más todavía en el famoso Cañón de Necuima. Desde la confluencia del río Paragua hasta el comienzo de este Cañón, el Caroní, fluye a través de amplios valles de bajas pendientes, pero a lo largo del referido Cañón, experimenta una variación de nivel de 55 metros en 17 kilómetros de recorrido, lo cual resultó ideal para la construcción de la gran Represa de Guri.
Aguas abajo del Cañón de Necuima y hasta su desembocadura en el Orinoco, el Caroní continúa con menor pendiente, siendo su desnivel de 60 metros en su recorrido de 100 kilómetros hasta los llamados "Saltos Inferiores" aprovechados por las represas de Macagua I y II. Además, se encuentran en este recorrido, los sitios de Tocoma y Caruachi donde CVG-Edelca, igualmente, proyecta sendas plantas hidroeléctricas para aprovechar al máximo el potencial de ese formidable río.
El desnivel total del Caroní entre la confluencia con el Paragua y la desembocadura del Orinoco es de 240 metros. El Bajo Caroní tiene una variación apreciable en sus caudales. Durante la temporada de aguas altas (de mayo a octubre) se ha registrado (1957) un caudal máximo de 17.000 metros cúbicos por segundo y, durante la de aguas bajas (1961) un mínimo de 260 metros cúbicos por segundo, aproximadamente.
Del Marcela al Caroní
No fueron muchos, apenas un puñado, quienes vislumbraron las grandes posibilidades del hijo mayor del Orinoco, el más rebelde, el más cerril y al que el novelesco Marcos Vargas jineteaba como potro salvaje lanzan­do un grito sobre "el bronco mugido del rápido".
Revisando periódicos viejos de la Ciudad Bolívar de comienzos del  siglo XX, me encontré con esta nota de El Luchador del 9 de junio de 1904: "Con verdadera satisfacción llevamos a conocimiento de nuestros lectores que en la mañana de hoy salió una comisión acompañada de los señores B. Tomassi, Dr. W. Monserratte Hermoso, Antonio García Ro­mero, Harold Jannins y otro sujeto inglés cuyo nombre ignoramos, para el "Salto Marcela" con el fin de estudiar y examinar la cascada que allí existe y si sus condiciones son necesarias para la implantación de la luz eléctrica".
Posiblemente, fue éste el primer intento de aprovechamiento del poten­cial hidroeléctrico de los ríos de Guayana, influenciados los líderes de la economía bolivarense seguramente por lo que estaba ocurriendo en Ca­racas, con relación al aprovechamiento hidroeléctrico del río Guaire por parte del ingeniero Ricardo Zuloaga.
Después del río Marcela en el que al final nada prosperó, los guayaneses se sintieron atraídos por las portentosas caídas de agua del Caroní, pero estaban muy distantes de la Capital, no obstante, allí muy próxima se veía el desmirriado y desolado Puerto de Tablas o San Félix, escala flu­vial obligada para los interesados en ahorrar camino hacia Upata y el rico territorio Federal del Yuruari.
Leonard Dalton (Los Dalton tuvieron mucho tiempo estableciendo su comercio en Ciudad Bolívar) lo confirma al hablar en su libro "Venezuela" editado en Londres en 1912, del potencial del Caroní y de lo que significaría si fuera aprovechado para el desarrollo de San Félix.
Su paisano John Bawman al verificarlo años después, se dirigió al dicta­dor Juan Vicente Gómez proponiéndole un contrato de aprovechamien­to de la fuerza hidroeléctrica de los Saltos del Caroní, que no sirvió sino para motivar a los Gobiernos sucesivos a interesarse directamente en un estudio más profundo, amplio e integral del Caroní, enderezado a deter­minar sus posibilidades en este renglón.
En ese estudio el Gobierno de Eleazar López Contreras en 1938 y luego el de la Junta Revolucionaria de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt (1945-1948) a través de la Corporación Venezolana de Fo­mento creada por la misma Junta en 1946 y entre cuyos objetivos estaba el de impulsar y realizar un programa de electrificación a escala nacio­nal. Fiel a ese objetivo, la CVF suscribió un convenio con la firma norteamericana de ingenieros consultores "Burns & Roe" para adelantar un plan en esa dirección.
Para planear la electrificación a nivel nacional e impulsar un programa en tal sentido, los consultores "Burns & Roe", suficientemente experi­mentados en la materia, pensaron en una alternativa menos contaminan­te, menos costosa, menos compleja que las soluciones por combustión de recursos agotables como el carbón, el petróleo y el gas natural. Pen­saron en los ríos, en la doma de los ríos con suficiente caudal y desnivel, y al final propusieron la conveniencia de aprovechar los impresionantes saltos inferiores del Caroní, a través de una central hidroeléctrica que tentativamente y de acuerdo con las necesidades de la Venezuela de entonces podría tener una capacidad de 150.000 kw.
Dada la importancia de los estudios y planes de la firma norteamerica­na, paralelos con los que por otro lado venía realizando desde 1951 el Instituto Venezolano del Hierro y del Acero con miras a la instalación de una Planta Siderúrgica utilizando los grandes yacimientos de hierro descubiertos en El Pao (1926) y Cerro Bolívar (1951), el Gobierno Na­cional creó dentro del Ministerio de Fomento, un rango de dirección, la Comisión de Estudios para la Electrificación del Caroní al tiempo que creaba también la "Oficina de Estudios Especiales de la Presidencia de la República" para centralizar los iniciados sobre la factibilidad de una Planta Siderúrgica.
La inminente explotación de las minas de hierro y el proyecto de la Planta Siderúrgica hicieron más urgente la necesidad de materializar los planes de la central hidroeléctrica en los bajos del Caroní, los cuales fueron tomando cuerpo con esta nueva Comisión de Estudios, cuya di­rección al ser constituida (1953) fue puesta en manos del entonces Ma­yor del ejército Rafael Alfonzo Ravard.
Con esta Comisión de Estudios integrada por los ingenieros Rafael de León (decano de la UCV), Rodolfo Tellería, Carlos Acosta Sierra, Ro­berto Alamo Blanco y Alberto Yánez G. comenzó en firme la electrificación del Caroní porque, es evidente, hasta la primera mitad del pre­sente siglo, todo había sido sondeos y estudios preliminares no sufi­cientes, pero en los cuales obviamente se apoyó la Comisión con la co­laboración de Cartografía Nacional y otros entes del Estado, para levan­tar los planos topográficos, profundizar la geología del terreno, ampliar en detalle la información sobre los saltos inferiores del Caroní y conti­nuar las mediciones hidrológicas que durante cinco años había acumu­lado la firma consultora.
A un año de haber la Comisión tomado posesión del Campamento de la "Burns & Roe" en Caroní (1955), se definió el primer anteproyecto de construcción de la central hidroeléctrica. Se escogió un paraje de im­presionante belleza que le servía de marco al Salto Macagua y al año siguiente se inició la construcción de la obra. La primera de sus seis unidades con capacidad total de 360 KW, entró en operación en 1959 y la última en 1961. Para entonces (Dic./1960) ya había sido creada por decreto presidencial la CVG, corporación a la cual le fueron traspasados los patrimonios y funciones correspondientes al Instituto Venezolano del Hierro y del Acero creado en 1958 y la Comisión de Estudios para la Electrificación del Caroní.
La creación de la Corporación Venezolana de Guayana y la absorción por ésta de las mencionadas Comisiones de Estudio que venían liderando los planes de desarrollo del Caroní, implicó también dentro de una ejemplar comunidad administrativa, la absorción de las capaci­dades técnicas experimentales, en este caso la de los pioneros encabeza­dos por Rafael Alfonzo Ravard, ya ascendido a general y a quien se jerarquizó con la presidencia de la CVG.
Dada la envergadura del proyecto, la CVG asumiendo la totalidad de las acciones, creó la empresa Electrificación del Caroní (EDELCA) para proseguir con el programa de aprovechamiento de la fuerza potencial del río y la administración del sistema eléctrico regional. El proyecto inmediato y el más ambicioso después de Macagua I fue Guri, a la par que las líneas de los sistemas de transmisión y el interconectado que va abarcando a la geografía nacional hasta más allá de la frontera. El tiem­po no se ha detenido y del 53 a esta parte, la obra de electrificación es una realidad consolidada que se prolonga en función del desarrollo.
Los hombres que lideraron la ingente obra de dominar al río para utili­zar su fuerza en la construcción de la Venezuela moderna, no sólo fue aquel puñado de cinco que formaron la Comisión de estudios creada en 1953, sino quienes integraron la primera directiva de EDELCA, vale decir, Néstor Pérez Laboff, Armando Vegas, Fernando Álvarez Manosalva, entre otros, todos ellos exhiben con orgullo el emblema de la oportunidad que le dio el estado venezolano para erigirse en pioneros del desarrollo hidroeléctrico del Caroní, un desarrollo que no se queda cautivo en el arco sur orinoquense sino que toca al país en toda su di­mensión. Ellos heredaron bajo el patrocinio indispensable del Estado y con un sentido profesional y técnico-científico más tangible, la visión de aquellos hombres de comienzo de siglo que veían en el desbocado Caroní y a la luz de lo que ocurría en otras partes del mundo, la posibi­lidad de convertir su fuerza hidráulica en energía más abundante y me­nos costosa que la producida con la electromecánica a base de los deri­vados del petróleo.
En la ocasión del vigésimo quinto aniversario de Edelca, la CVG em­presa matriz, colocó en las instalaciones de Macagua esta inscripción "CVG-EDELCA. En su XXV Aniversario. A Rafael Alfonzo Ravard y al grupo de pioneros quienes con su visión, estrategia y esfuerzo conci­bieron y dieron vida al programa de desarrollo del Río Caroní. Macagua, 23 de julio de 1988". El Ministro-presidente de la CVG, Leopoldo Sucre Figarella, al develar la placa, destacó el esfuerzo, trayectoria, mística y consagración al trabajo de estos hombres, sin olvidar que tras ellos y de quienes los ayudaron a despejar el camino, se halla una clara decisión política tomada por los que gobernaban al país en 1947, destacando, claro está la figura de Rómulo Betancourt, quien siempre se mantuvo firme en la defensa de la hidroelectricidad, como una manera de prote­ger al mismo tiempo las reservas del petróleo.
Es importante relevar la visión futurista de estos hombres públicos de la nación al tomar en el momento histórico preciso, la decisión de impul­sar los programas de generación hidroeléctrica de un país de abundante petróleo. Parecía contradictorio emprender la costosa empresa de pro­ducir millones de KW de energía hidroeléctrica soslayando nuestra prin­cipal materia prima energética, los hidrocarburos y, utilizando en cam­bio sus divisas para el proyecto. No obstante, en el fondo, era lo racio­nal y lo visionariamente acertado.
La Primera Presa.
Al mediodía del 21 de abril de 1959 una explosión estremeció el lecho rocoso del Bajo Caroní y la ataguía de 360 metros que desviaba las aguas se deshizo ante los ojos atónitos de veinticinco mil personas que presenciaban el espectáculo inaugural de la nueva Venezuela: la Vene­zuela de la energía hidroeléctrica.
Setenta y ocho toneladas de nitrato de amonio explotaron y 80 mil me­tros cúbicos de tierra cedieron ante la presión del agua permitiendo al Caroní sustituir un obstáculo artificioso y provisorio -la ataguía- por otro más estable, ciclópeo y permanente- la Presa-, pero por el cual podía continuar discurriendo el río, aunque a través de compuertas con­trolables y turbinas.
Aquella presa por gravedad, de concreto armado vaciado capa sobre capa desde el granítico lecho fluvial hasta una altura de 44 metros, con seis turbinas de reacción incrustadas, capaces de totalizar una fuerza hidro­eléctrica de 375 mil kilovatios, había sido construida en interrelación con la Planta Siderúrgica del Orinoco, para el aprovechamiento del poten­cial hidroeléctrico del Caroní.
No era la primera presa hidroeléctrica construida en Venezuela. En 1913 se había realizado la de Mamo para darle luz a Caracas y desde enton­ces se contaban unas doce en todo el país que totalizaban 28 mil kilova­tios. Pero la de Macagua venía a ser la primera de esa magnitud y capa‑
que tanto los ministros del gobierno de facto, Carlos Pérez de la Cova y Oscar Herrera Palacios, aclararon, el primero, que era propósito del Go­bierno "mantener bajo completo control del Estado al Instituto Venezo­lano de la Petroquímica", mientras el segundo consideraba que "tales medidas por el concepto mismo que tenemos de la organización demo­crática del Estado, sólo pueden ser adoptadas por un gobierno represen­tativo en ejercicio de la voluntad nacional".
El dos de octubre de ese año, el contraalmirante Wolfgang Larrazábal se conformó con visitar la Planta Siderúrgica del Orinoco y la Presa de Macagua, cuyas inauguraciones fueron referidas al Presidente constitu­cional entrante. Betancourt inauguró la Presa de Macagua el 21 de abril de 1959 poniendo a funcionar las primeras tres turbinas. La Presa quedó definitivamente concluida en 1961 al inaugurarse también la Planta Si­derúrgica con la producción de tubos sin costura y la producción de arrabio en los Hornos Eléctricos de Reducción.

Ese día el Concejo Municipal de Heres declaró día de júbilo por la inau­guración de la Presa. El Presidente de la República, Rómulo Betancourt, llegó al campamento el lunes, un día antes del acontecimiento y se trasla­do a Ciudad Bolívar para saludar a la guarnición en el Cuartel Tomás de Heres comandado por el Tcnel. Antonio Díaz Niño. En esa ocasión fue recibido por el Gobernador doctor Diego Heredia Hernández y demás autoridades regionales. Al Presidente se unieron al día siguiente para asistir al acto de inauguración de la Presa Macagua I, el Presidente del Congreso Nacional, doctor Raúl Leoni; el doctor Lorenzo Fernández, Ministro de Fomento y encargado del Ministerio de Minas e Hidrocar­buros por ausencia de su titular el doctor Pablo Pérez Alfonzo, quien se hallaba en El Cairo asistiendo a un evento petrolero; Tcnel. Rafael Al­fonso Ravard, Presidente de la CVF, Dr. José Antonio Mayobre, Minis­tro de Hacienda; Dr. Raúl Leoni, Presidente del Congreso Nacional; Dr. Jóvito Villalba y Dr. Rafael Caldera, máximos líderes de URD y Copei, entre otros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario