Del Marcela al Caroni
La Primera Presa
Cuando Diego de Ordaz, penetró las bocas del Caroní hasta toparse contra una muralla de ruidosas torrenteras, al igual que le ocurriese más tarde al segoviano Antonio de Berrío y al anglicano Walter Raleigh, imaginó aquello como una especie de dragón custodiando o impidiendo el acceso a los tesoros de la tierra y de cierto que sobre el lecho profundo del río atormentado por el ingente peso de su riqueza, corría el polvo de El Dorado hermanado con la piedra preciosa en tanto que el color de sus aguas anunciaba la presencia del hierro por algún lado.
Irremisiblemente, el río era
innavegable de manera continua e ininterrumpida
y no pudiendo remontarlo a lo largo de sus 925 kilómetros de longitud, se
desviaron por El Paragua, su afluente principal, pero el clima, la hostilidad
aborigen y la zoonosis propia de la selva conspiraban contra el conquistador y jamás pudieron ver sino en muy aisladas y contadas
muestras el ansiado tesoro asociado con las mitológicas hespérides.
Hubo de transcurrir
casi cuatro centurias para que apareciera la riqueza que ellos intuían en la
reconditez de aquellas aguas avinadas que se champañizaban en la abruptuosidad
de las rocas. El Caroní se presenta hoy
desnudo, y de cuerpo entero, ante la voluptuosidad del hombre contemporáneo
que le exprime la savia de su poder y lo irriga sobre las carencias de otros
territorios.
El conquistador
contemporáneo, con su ciencia y tecnología de posibilidades cada vez más
sorprendente, ha levantado el velo que impedía ver y aprovechar la inmensa
riqueza que el río le ofrece a la Venezuela de hoy.
Aparte del oro y del diamante que se extrae tanto de
él como de sus numerosos tributarios, generosamente rendidos ante la
voluptuosidad epicúrea del habitante actual, mantiene iluminada a toda
Venezuela y en cada tendido de la
interconexión hay fuerza suficiente para mover la vida social, económica e industrial de la
Venezuela que desde mediados de este siglo aparece suscribiendo un pacto
irrescindible con el porvenir.
El Caroní es una de las siete estrellas del
Orinoco alumbrado desde la Sierra Pacaraima. Ahí, nace como haz de luz para ser
reforzado con el Yuruani, hasta recibir el Aponguao, pocos kilómetros adelante
del sitio de Apoipó, desde donde se dice que adopta definitivamente el nombre
de Caroní.
Arauriquén, Turica, Acapara, Urimán,
Cucurital, Carrao, Antabare, Yama, Peluca,
Chiquare, Urape, Guri y otros caen por la derecha; mientras que, por la
izquierda le llegan Cauru, Apreme, Mapirima, Verde, Iverepun, Aratal, Parupa,
Paragua, Pao, Santa Bárbara, Río Claro. Pero su afluente de verdadera
importancia es El Paragua que nace para un recorrido superior, en la divisoria
de las vertientes del Orinoco y el Amazonas.
El Caroní, desde que nace hasta que concluye con el
Orinoco, acusa un desnivel abruptamente
escalonado por raudales y cascadas que obstaculizan la navegación, pero
que a cambio elevan la potencialidad de su fuerza a magnitudes que las más
avanzadas tecnologías convierten en ingentes
caudales de energía industrial. Ningún otro río de Guayana tiene tantos
raudales y saltos, ni tantas islas rocosas.
La
extensión de la cuenca del Caroní ha sido calculada en 96.000 Km2. De éstos, aproximadamente,
20.000 tienen una altitud mayor de 500 msnm; unos 50.000 está entre 500 y 1.000
msnm; otros 20.000 tienen entre 1.000 y 1.500 msnm y en los 6.000 Km2 del tramo
superior, con un área hidrográfica muy vasta, la altitud supera los 2.000 msnm.
En su recorrido el Caroní drena pues un área
de 96.000 kilómetros cuadrados y recibe los nombres de Alto Caroní, desde su
nacimiento hasta la desembocadura del
Paragua (San Pedro de las Bocas); y Bajo Caroní, seguidamente hasta
encontrarse con el Orinoco. El Alto Caroní se caracteriza por pendientes pronunciadas, con numerosos rápidos y caídas, intrincada
vegetación y extensas áreas con vegetación de sabana.
El Bajo Caroní con
afluentes de poca importancia, es bastante angosto y más todavía en el famoso
Cañón de Necuima. Desde la confluencia del río
Paragua hasta el comienzo de este Cañón, el Caroní, fluye a través de amplios
valles de bajas pendientes, pero a lo largo del referido Cañón, experimenta una
variación de nivel de 55 metros en 17 kilómetros de recorrido, lo cual resultó
ideal para la construcción de la gran Represa de Guri.
Aguas abajo del Cañón de Necuima y hasta su
desembocadura en el Orinoco, el Caroní
continúa con menor pendiente, siendo su desnivel de 60 metros en su
recorrido de 100 kilómetros hasta los llamados "Saltos Inferiores" aprovechados por las represas de
Macagua I y II. Además, se encuentran en este recorrido, los sitios de
Tocoma y Caruachi donde CVG-Edelca, igualmente, proyecta sendas plantas
hidroeléctricas para aprovechar al máximo el potencial de ese formidable río.
El desnivel total del Caroní entre la confluencia con
el Paragua y la desembocadura del Orinoco
es de 240 metros. El Bajo Caroní tiene una variación apreciable en sus
caudales. Durante la temporada de aguas altas (de mayo a octubre) se ha
registrado (1957) un caudal máximo de 17.000 metros cúbicos por segundo y,
durante la de aguas bajas (1961) un mínimo de 260 metros cúbicos por segundo,
aproximadamente.
Del Marcela al Caroní
No fueron muchos,
apenas un puñado, quienes vislumbraron las grandes posibilidades
del hijo mayor del Orinoco, el más rebelde, el más cerril y al que el novelesco
Marcos Vargas jineteaba como potro salvaje lanzando un grito sobre "el
bronco mugido del rápido".
Revisando periódicos viejos de la Ciudad
Bolívar de comienzos del siglo XX, me
encontré con esta nota de El Luchador del 9 de junio de 1904: "Con verdadera satisfacción llevamos a conocimiento de
nuestros lectores que en la mañana de hoy salió una comisión acompañada de los señores
B. Tomassi, Dr. W. Monserratte Hermoso, Antonio García Romero, Harold Jannins
y otro sujeto inglés cuyo nombre ignoramos, para el "Salto Marcela"
con el fin de estudiar y examinar la cascada que allí existe y si sus condiciones son necesarias para la implantación de la
luz eléctrica".
Posiblemente, fue éste el primer intento de
aprovechamiento del potencial
hidroeléctrico de los ríos de Guayana, influenciados los líderes de la economía
bolivarense seguramente por lo que estaba ocurriendo en Caracas, con relación al aprovechamiento
hidroeléctrico del río Guaire por parte del ingeniero Ricardo Zuloaga.
Después del río
Marcela en el que al final nada prosperó, los guayaneses se
sintieron atraídos por las portentosas caídas de agua del Caroní, pero estaban muy distantes de la
Capital, no obstante, allí muy próxima se veía el desmirriado y desolado Puerto
de Tablas o San Félix, escala fluvial obligada para los interesados en ahorrar
camino hacia Upata y el rico territorio Federal del Yuruari.
Leonard Dalton (Los
Dalton tuvieron mucho tiempo estableciendo su comercio en Ciudad
Bolívar) lo confirma al hablar en su libro "Venezuela" editado en
Londres en 1912, del potencial del Caroní y de lo que significaría si fuera aprovechado para el
desarrollo de San Félix.
Su paisano John
Bawman al verificarlo años después, se dirigió al dictador Juan Vicente Gómez
proponiéndole un contrato de aprovechamiento
de la fuerza hidroeléctrica de los Saltos del Caroní, que no sirvió sino para motivar a los Gobiernos sucesivos a
interesarse directamente en un estudio más profundo, amplio e integral
del Caroní, enderezado a determinar sus posibilidades en este renglón.
En ese estudio el Gobierno de Eleazar López
Contreras en 1938 y luego el de la Junta Revolucionaria de Gobierno presidida
por Rómulo Betancourt (1945-1948) a través de la Corporación Venezolana de Fomento creada por la misma Junta en 1946 y entre
cuyos objetivos estaba el de impulsar
y realizar un programa de electrificación a escala nacional. Fiel a ese
objetivo, la CVF suscribió un convenio con la firma norteamericana de ingenieros consultores "Burns & Roe"
para adelantar un plan en esa dirección.
Para planear la electrificación a nivel nacional e
impulsar un programa en tal sentido, los consultores "Burns &
Roe", suficientemente experimentados
en la materia, pensaron en una alternativa menos contaminante, menos
costosa, menos compleja que las soluciones por combustión de recursos agotables
como el carbón, el petróleo y el gas natural. Pensaron en los ríos, en la doma de los ríos con suficiente caudal y
desnivel, y al final propusieron la
conveniencia de aprovechar los impresionantes saltos inferiores del
Caroní, a través de una central hidroeléctrica que tentativamente y de acuerdo
con las necesidades de la Venezuela de entonces podría tener una capacidad de
150.000 kw.
Dada la importancia de los estudios y planes de la
firma norteamericana, paralelos con los que por otro lado venía realizando
desde 1951 el Instituto Venezolano del Hierro y del Acero con miras a la
instalación de una Planta Siderúrgica utilizando los grandes yacimientos de
hierro descubiertos en El Pao (1926) y Cerro Bolívar (1951), el Gobierno Nacional creó dentro del Ministerio de Fomento, un
rango de dirección, la Comisión de Estudios para la Electrificación del
Caroní al tiempo que creaba también la "Oficina de Estudios Especiales de
la Presidencia de la República" para centralizar los iniciados sobre la
factibilidad de una Planta Siderúrgica.
La inminente explotación de las minas de
hierro y el proyecto de la Planta Siderúrgica hicieron
más urgente la necesidad de materializar los planes de la central
hidroeléctrica en los bajos del Caroní, los cuales fueron tomando cuerpo con
esta nueva Comisión de Estudios, cuya dirección al ser constituida (1953) fue
puesta en manos del entonces Mayor del ejército Rafael Alfonzo Ravard.
Con esta Comisión de Estudios integrada por los
ingenieros Rafael de León (decano de la UCV), Rodolfo Tellería, Carlos Acosta
Sierra, Roberto Alamo Blanco y Alberto Yánez G. comenzó en firme la electrificación
del Caroní porque, es evidente, hasta la primera mitad del presente siglo,
todo había sido sondeos y estudios preliminares no suficientes, pero en los
cuales obviamente se apoyó la Comisión con la colaboración de Cartografía Nacional y otros entes del Estado, para levantar
los planos topográficos, profundizar la geología del terreno, ampliar en
detalle la información sobre los saltos inferiores del Caroní y continuar las
mediciones hidrológicas que durante cinco años había acumulado la firma
consultora.
A un año de haber la
Comisión tomado posesión del Campamento de la "Burns & Roe"
en Caroní (1955), se definió el primer anteproyecto de construcción de la
central hidroeléctrica. Se escogió un paraje de impresionante belleza que le
servía de marco al Salto Macagua y al año siguiente se inició la construcción
de la obra. La primera de sus seis unidades
con capacidad total de 360 KW, entró en operación en 1959 y la última en
1961. Para entonces (Dic./1960) ya había sido creada por decreto presidencial la CVG, corporación a la cual
le fueron traspasados los patrimonios y funciones correspondientes al
Instituto Venezolano del Hierro y del Acero
creado en 1958 y la Comisión de Estudios para la Electrificación del
Caroní.
La creación de la Corporación Venezolana de
Guayana y la absorción por ésta de las
mencionadas Comisiones de Estudio que venían liderando los planes de
desarrollo del Caroní, implicó también dentro de una ejemplar comunidad
administrativa, la absorción de las capacidades
técnicas experimentales, en este caso la de los pioneros encabezados
por Rafael Alfonzo Ravard, ya ascendido a general y a quien se jerarquizó con
la presidencia de la CVG.
Dada la envergadura
del proyecto, la CVG asumiendo la totalidad de las acciones, creó la empresa
Electrificación del Caroní (EDELCA) para proseguir con el programa de
aprovechamiento de la fuerza potencial del río y la administración del sistema
eléctrico regional. El proyecto inmediato y el más ambicioso después de Macagua
I fue Guri, a la par que las líneas de los sistemas de transmisión y el
interconectado que va abarcando a la geografía nacional hasta más allá de la
frontera. El tiempo no se ha detenido y del 53 a esta parte, la obra de
electrificación es una realidad consolidada que se prolonga en función del
desarrollo.
Los hombres que
lideraron la ingente obra de dominar al río para utilizar su fuerza en la
construcción de la Venezuela moderna, no sólo fue aquel puñado de cinco que formaron la Comisión de estudios creada en 1953,
sino quienes integraron la primera directiva de EDELCA, vale decir, Néstor Pérez Laboff, Armando Vegas, Fernando
Álvarez Manosalva, entre otros, todos ellos exhiben con orgullo el
emblema de la oportunidad que le dio el
estado venezolano para erigirse en pioneros del desarrollo
hidroeléctrico del Caroní, un desarrollo que no se queda cautivo en el arco sur
orinoquense sino que toca al país en toda su dimensión. Ellos heredaron bajo
el patrocinio indispensable del Estado y con
un sentido profesional y técnico-científico más tangible, la visión de aquellos
hombres de comienzo de siglo que veían en el desbocado Caroní y a la luz de lo
que ocurría en otras partes del mundo, la posibilidad de convertir su fuerza
hidráulica en energía más abundante y menos costosa que la producida con la
electromecánica a base de los derivados del petróleo.
En la ocasión del vigésimo quinto aniversario
de Edelca, la CVG empresa matriz, colocó en las instalaciones de Macagua esta
inscripción "CVG-EDELCA. En su XXV Aniversario. A Rafael Alfonzo Ravard y
al grupo de pioneros quienes con su visión, estrategia y esfuerzo concibieron y dieron vida al programa de desarrollo
del Río Caroní. Macagua, 23 de julio
de 1988". El Ministro-presidente de la CVG, Leopoldo Sucre Figarella,
al develar la placa, destacó el esfuerzo, trayectoria, mística y consagración al trabajo de estos hombres, sin
olvidar que tras ellos y de quienes los ayudaron a despejar el camino,
se halla una clara decisión política tomada
por los que gobernaban al país en 1947, destacando, claro está la figura
de Rómulo Betancourt, quien siempre se mantuvo firme en la defensa de la
hidroelectricidad, como una manera de proteger al mismo tiempo las reservas
del petróleo.
Es importante relevar
la visión futurista de estos hombres públicos de la nación al tomar en el
momento histórico preciso, la decisión de impulsar los programas de generación hidroeléctrica de un país de abundante petróleo.
Parecía contradictorio emprender la costosa empresa de producir millones de KW de energía hidroeléctrica
soslayando nuestra principal materia prima energética, los
hidrocarburos y, utilizando en cambio sus divisas para el proyecto. No
obstante, en el fondo, era lo racional y lo visionariamente acertado.
La Primera Presa.
Al mediodía del 21 de abril de 1959 una
explosión estremeció el lecho rocoso del Bajo
Caroní y la ataguía de 360 metros que desviaba las aguas se deshizo ante
los ojos atónitos de veinticinco mil personas que presenciaban el espectáculo
inaugural de la nueva Venezuela: la Venezuela de la energía hidroeléctrica.
Setenta y ocho toneladas de nitrato de amonio
explotaron y 80 mil metros cúbicos de tierra cedieron ante la presión del agua
permitiendo al Caroní sustituir un obstáculo
artificioso y provisorio -la ataguía- por otro más estable, ciclópeo y permanente- la Presa-, pero por el cual podía
continuar discurriendo el río, aunque a través de compuertas controlables y
turbinas.
Aquella presa por
gravedad, de concreto armado vaciado capa sobre capa desde el granítico lecho
fluvial hasta una altura de 44 metros, con seis turbinas de reacción
incrustadas, capaces de totalizar una fuerza hidroeléctrica de 375 mil kilovatios, había sido construida en interrelación
con la Planta Siderúrgica del Orinoco, para el aprovechamiento del potencial
hidroeléctrico del Caroní.
No era la primera presa hidroeléctrica
construida en Venezuela. En 1913 se había realizado la de Mamo para darle luz a
Caracas y desde entonces se contaban unas
doce en todo el país que totalizaban 28 mil kilovatios. Pero la de
Macagua venía a ser la primera de esa magnitud y capa‑
que tanto los ministros del
gobierno de facto, Carlos Pérez de la Cova y Oscar Herrera Palacios, aclararon,
el primero, que era propósito del Gobierno "mantener bajo completo
control del Estado al Instituto Venezolano de la Petroquímica", mientras
el segundo consideraba que "tales medidas por el concepto mismo que
tenemos de la organización democrática del
Estado, sólo pueden ser adoptadas por un gobierno representativo en
ejercicio de la voluntad nacional".
El dos de octubre de
ese año, el contraalmirante Wolfgang Larrazábal se conformó con visitar la
Planta Siderúrgica del Orinoco y la Presa de Macagua, cuyas inauguraciones
fueron referidas al Presidente constitucional
entrante. Betancourt inauguró la Presa de Macagua el 21 de abril de 1959 poniendo a funcionar las primeras tres
turbinas. La Presa quedó definitivamente concluida en 1961 al
inaugurarse también la Planta Siderúrgica con la producción de tubos sin
costura y la producción de arrabio en los Hornos Eléctricos de Reducción.
Ese día el Concejo
Municipal de Heres declaró día de júbilo por la inauguración
de la Presa. El Presidente de la República, Rómulo Betancourt, llegó
al campamento el lunes, un día antes del acontecimiento y se traslado a
Ciudad Bolívar para saludar a la guarnición en el Cuartel Tomás de Heres comandado por el
Tcnel. Antonio Díaz Niño. En esa ocasión fue recibido por el Gobernador doctor
Diego Heredia Hernández y demás autoridades regionales. Al Presidente se
unieron al día siguiente para asistir al acto de inauguración de la Presa
Macagua I, el Presidente del Congreso Nacional, doctor Raúl Leoni; el doctor
Lorenzo Fernández, Ministro de Fomento y encargado del Ministerio de Minas e
Hidrocarburos por ausencia de su titular
el doctor Pablo Pérez Alfonzo, quien se hallaba en El Cairo asistiendo a
un evento petrolero; Tcnel. Rafael Alfonso Ravard, Presidente de la CVF, Dr.
José Antonio Mayobre, Ministro de Hacienda;
Dr. Raúl Leoni, Presidente del Congreso Nacional; Dr. Jóvito Villalba y Dr. Rafael Caldera, máximos
líderes de URD y Copei, entre otros.
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