domingo, 15 de abril de 2018

VI La Gran Presa de Guri


Operación Rescate
Macagua II
La Industria
Integral del
Aluminio
La Presa de Guri es una de las obras monumentales de mayor relieve y significación realizadas por el hombre, empeñado siempre en dominar la naturaleza, para su mejor provecho y bienestar.
Destaca esta obra entre las primeras más grandes del mundo y la segun­da de Latinoamérica.
En la frontera del Brasil con Paraguay se localiza la de Itaipú, 15 veces más grande en tamaño que el eurotúnel que une a Gran Bretaña con Francia, capaz de generar hasta 12 millones 600 mil kilovatios, seguida en el continente de la Presa Grand Coulee de los Estados Unidos, en el orden de los 10 millones 600 mil. La Presa de Guri, cuya construcción tardó 26 años, genera 10 millones de kilovatios con los cuales se abaste­ce toda la industria básica del país así como oriente, centro y occidente.
Comenzó a ser construida en noviembre de 1968 en el Cañón de Necuima, cuenca baja, a unos 90 kilómetros aguas arriba de la desembocadura del Caroní en el Orinoco. Necuima está dentro de la jurisdicción del antiguo pueblo o Misión de San Buenaventura de Guri.
Es Guri una región montañosa, a la margen derecha del Caroní, 501 metros sobre el nivel del mar y temperatura promedio de 26 grados cen­tígrados. Ha estado poblado desde siempre como bien lo revelan sus prodigiosos como extraños petroglifos.
Cuando el misionero evangelizador llegó allí en 1761, tres años antes de fundarse la Angostura del Orinoco, organizó al pueblo conforme a los patrones de su religión y le puso el nombre de San Buenaventura de Guri. Según la leyenda, Guri era el nombre de la hija del Cacique del lugar, quien aceptó la cristianización de su pueblo a condición de que una hermana del misionero evangelizador lo aceptara en matrimonio.
La leyenda también habla de que la idea de levantar un muro para conte­ner las aguas, comenzaron a materializarla los primitivos arecunas, no para aprovechar el potencial hidroeléctrico del Caroní, sino para evitar que hasta sus poblados llegara una misteriosa canoa que solía descender con un gigante colibrí coronado de luz y cuya mirada, como un rayo, fulminaba a cuanto ser humano se le atravesara a su paso. Tal el Tucuy Endaquema que el escritor José Berti cita en su novela Espejismo de la Selva.
Para 1799, Guri tenía 679 habitantes, bajo la protección política y reli­giosa del Padre Fray Francisco de Darmas. Su población nunca pasó del millar. Vivía de la agricultura, la cría y de una barcaza que hacía el transbordo de vehículos y pasajeros entre una y otra ribera del Caroní. Pero a fines de los años de 1960, la población tradicional de Guri se reubicó para darle paso a otra realidad: La Presa Hidroeléctrica, de ex­traordinario impacto social y ecológico en el lugar. Guri entonces se transformó con maquinarias y gentes de todas partes. Durante la etapa más recia en construcción de la Presa Guri, llegó a contar 20 mil mora­dores. En la actualidad su población, aparte de la afluencia de visitantes o turistas que promedian los 30 mil al año, es mucho menor, pero más estable.
El proyecto Guri surge como respuesta, al crecimiento acelerado de la demanda energética del país, acentuada por el desarrollo de la industria pesada en Ciudad Guayana que ya contaba de antemano con la central hidroeléctrica de Macagua I, cuya producción anual de 2.800 millones de kwh, ya estaba resultando insuficiente.
Aunque el Proyecto Guri, consiste en una represa de gravedad de con­creto, fue previsto para ser ejecutado en tres etapas, podríamos decir que se realizó en dos debido a la fusión de la segunda y tercera planteada por el aumento de los precios del petróleo en la década de 1970 frente a una demanda energética cada vez mayor.
La primera etapa quedó totalmente concluida en 1978,  la siguiente y final el 8 de noviembre de 1986, que eleva la capacidad de generación de sus 20 turbinas hasta 10 millones de kilowatios hora. El embalse o lago de las aguas represadas por el ciclópeo muro de concreto que se alza hasta una cota de 272 metros, se extiende sobre una superficie de 4.750 kilómetros cuadrados, con almacenamiento total de 134.500.000.000 de metros cúbicos de agua.
En el sitio de la Represa, al Caroní se le calcula una hoya hidrográfica de 85.500 kilómetros cuadrados con un gasto medio anual de 5.000 metros cúbicos por segundo. La mayor crecida registrada allí se ubica en 17.000 metros cúbicos por segundo, pero al construirse la presa se consideró  una máxima de 62.000 metros cúbicos por segundo.
Pero la Presa o Represa de Guri no sólo constituye una obra de ingente importancia para la industria y la economía del país, sino que la majes­tad de la obra y su entorno constituyen, hoy por hoy, un atractivo turís­tico de singular importancia.
Dentro del contexto turístico de Guayana, siempre habían destacado Canaima y el Auyantepuy con su gigantesco Salto Angel, el más grande del mundo, como de gran interés contemplativo y recreativo, ahora hay que señalar a Guri en ese mismo parámetro. Aquellos como valores tu­rísticos naturales, más abiertos aunque socialmente menos accesible, y éste como un valor donde se conjuga el paisaje natural con una obra colosal de la ingeniería contemporánea y otros elementos de la creativi­dad estética.
Una masa de casi 8 millones de metros cúbicos de concreto conforman la arquitectura monumental, que en el Caño Necuima de Guri represa al Río Caroní y da lugar a un lago tan grande como la superficie del Estado Carabobo y aún así, con sus 180 toneladas de presión por metro cuadrado, es incapaz de conmover a esta singular mole que se ancla y se sostiene en el lecho fluvial, por los mismos efectos o fenómenos lógicos de la fuerza gravitacional. Esto, de por sí, da al turista idea de la grandiosi­dad de esta obra, cuya pesada volumetría se percibe suavizada por la majestad del agua que de un lado se remansa en el lago y del otro dinamizan las compuertas del aliviadero mostrando la fuerza que hace girar las veinte turbinas que dan energía y luz a los centros urbanos importantes de Venezuela y Colombia.
Por sí solo este Lago de 4.750 kilómetros cuadrados es un atractivo sin­gular que se ve reforzado con el deporte y actividades propias del agua corno la pesca, por ejemplo, la cual suele darse de manera espléndida en ese ingente cuerpo de agua donde un exquisito pez llamado Pavón pare­ce ser el intruso, entre otras especies de la ictiofauna, expresamente sem­bradas.
Capítulo aparte merecen las creaciones artísticas que ambientan la mo­numental Presa y con las cuales entra en relax el espíritu del visitante, tras el impacto abismal de la obra y el espectáculo impresionante de las aguas irrumpiendo con impetuosa y descomunal fuerza desde los aliviaderos.
El interior de las Casas de Máquinas o albergues de turbinas, generado­res y otros sofisticados equipos electrónicos, está ambientado con cromoestructuras y fisicromías del artista venezolano Carlos Cruz Diez. En la primera Casa surgen las cromoestructuras a partir de los siete colo­res del arco iris y en la segunda un mural fisicrómico que se modifica a medida que el espectador se desplaza. Los murales se extienden hasta las cúpulas y, adicionalmente, en la Casa de Máquina Dos, el visitante pue­de crear su crepúsculo proyectando luz con ayuda de dispositivos digitales, a través de una ventana ópticamente supuesta.
Tras penetrar en ese ambiente imperturbable que son las Casas de Má­quinas, el visitante recorre la Plaza del Sol y de la Luna y se extasía en las columnas del anfiteatro con capacidad para unas siete mil personas, inaugurado el 30 de junio de 1990 con una sinfonía inspirada en el pro­pio escenario de Guri, del músico y compositor venezolano, Alfonzo Tenreiro Vidal.
La Plaza del Sol y de la Luna fue construida a dos niveles conectados por una zona de transición: en el plano o nivel superior, el Reloj de Sol con una sombra vertical producida por las inclinaciones del Astro Rey que marca las horas y los meses cuando el buen tiempo lo permite y, en nivel inferior, la Luna completando la sociedad mitológica que nuestros ante­pasados dejaron grabada sobre las piedras.
Síntesis de todo el esfuerzo tecnológico materializado en esta Central Hidroeléctrica que lleva el nombre de Raúl Leoni, primer guayanés que ascendió a la Presidencia de la República y bajo cuyo mandato se reali­zó parte importante de la Presa, la constituye la Torre Solar. Esta obra cumbre que su autor, Alejandro Otero, conceptuó metafóricamente como una "flor tecnológica brotando desde la misma tierra", se halla ubicada en una plaza -Plaza la Democracia- especialmente diseñada entre rocas por el arquitecto Domingo Álvarez.
La Torre, de 50 metros de altura y 53 de diámetro en su parte superior, consiste en un ahuecado fuste de concreto revestido de acero inoxidable, en cuyo tope se levantan dos turbinas eólicas superpuestas que giran en sentido contrario.
Al encontrarse con ella desde cualquier ángulo y distancia, la Torre, como un faro, destella las luces del tiempo en una variación inagotable a la par que nos regala perspectivas con las cuales juega y se eleva la imaginación hasta mundos siderales.
Guri es algo nuevo y asombroso para el turista del mundo y destaca en cualquier guía o texto sobre Guayana como uno de sus grandes atracti­vos. Venir a esta provincia del Orinoco desde cualquier ciudad de Vene­zuela, o del planeta, y retornar sin haber cumplido una visita a la Presa, ya no se concibe, además, no lo perdonaría San Buenaventura, patrono de la región, a quien se encomendó el Mocho Hernández, tras acampar en ella poco antes de la Batalla de Orocopiche en 1892.
Operación Rescate
La realización de una obra de tan descomunales proporciones como la Represa "Raúl Leoni" de Guri, habría implicado un impacto ecológico igualmente descomunal si no se hubieran tomado las decisiones que pre­ventivamente se tomaron en 1968, y las cuales redundaron en beneficios tangibles que subrayan a la propia existencia del Lago o embalse de las aguas represadas que ha dado lugar al cultivo de un potencial pesquero de gran importancia socio-económico del cual hablamos en el Capítulo VIII, la llamada Operación Rescate que hizo posible la protección de un recurso altamente valioso como es nuestra fauna salvaje y la sustracción de petroglifos tenidos como legado de la cultura de los aborígenes que en tiempos prehispanos habitaron el lugar.
Para esta operación rescate se trajeron expertos con experiencia en otras represas y se utilizaron curiaras expresamente construidas para hacerlas resistentes no solo el embate de las aguas sino de las zonas a penetrar en los bosques sumergidos, sacos de sisal previamente fabricados del ta­maño que permitiese introducir en ellos los animales, trampas para cier­tas especies difíciles de atraer como la lapa, perros cazadores conduci­dos por baquianos entrenados y un personal suficientemente adiestrado para esta novedosa, como emocionante, labor conservacionista.
Un hecho relevante en este trabajo de varios días fue el rescate de ofidios no venenosos y venenosos en cifra de unos 4 mil repartidos en 20 espe­cies. De esta cifra, 675 ejemplares pertenecían al cascabel y fueron utilizados para la extracción de sueros y estudios.
Asimismo, fueron rescatados de la inundación especies pertenecientes a los grupos de grandes nadadores como chigüire, babas, matos de agua, iguanas y culebras de agua. Por supuesto, estaba previsto que un buen porcentaje de animales perecería sepultado por las aguas. Era inevitable debido a factores naturales insuperables, pero se dieron casos como el del morrocoy, que no obstante ser un animal lento y del cual se temía su desaparición por la velocidad con que las aguas inundarían la zona, de­mostró gran capacidad de resistencia para evitar el peligro de perecer por inmersión. Los felinos, abundantes en el área de inundación no se capturaron en la misma proporción prevista, lo cual demostró el gran sentido de percepción de esos animales que se retiraron a tiempo ante la proximidad de las aguas. Los Araguatos, mono cara blanca, viuda ne­gra, dotados de gran agilidad e instinto de conservación, debieron ser acosados en los extremos boscosos y obligarlos saltar al agua y a zonas de vegetación baja, para su rescate. Presentaron dificultad también los osos palmeros que por su gran potencia y el poder de sus antebrazos dotados de fuertes garras, opusieron gran resistencia al rescate.
El éxito de esta labor llevada a cabo por CVG-Edelca con la colabora­ción de organismos ecologistas, se debió en su totalidad al recurso hu­mano integrado en equipos y bajo la dirección de una Comisión Ejecuti­va de alta eficacia, donde participaron los más calificados expertos en materia de conservación de los recursos naturales renovables.
Así como, fue posible una operación rescate para la fauna, lo fue tam­bién para los Petroglifos de Guri: 29 piedras o rocas con dibujos curvilíneos unos, otros triangulares y circulares y los demás, figuras de aves, mamíferos y dibujos antropomorfos. De todos, llamó poderosa­mente la atención de los antropólogos y arqueólogos de la Universidad Central de Venezuela que participaron como asesores, la figura de unos siameses o gemelos unidos y repetidos, aparentemente simbolizando el mito de la creación. En suma, las 29 rocas con peso oscilante entre 500 y 4.000 kilogramos, tenían grabadas 75 figuras y para arrancarlas de un sitio fue necesario utilizar una gabarra provista de grúa con un recio equipo de seis hombres y otros expertos. Al final de la operación, los petroglifos fueron colocados en un patio de las instalaciones de la CVG, en Guri, a disposición de los estudiosos e instituciones interesadas en tenerlos, como fueron los casos, del Museo de Bellas Artes de Caracas y el Museo de Ciudad Bolívar en la Casa del Correo del Orinoco, donde se halla a la entrada una de esas invalorables piezas.
En la ocasión, estudiosos de las distintas ramas de la antropología, hi­cieron una valoración de los petroglifos de Guri y que tuvo repercusión, no sólo en los medios científicos y artísticos, pues una interpretación fotográfica de ellos se hizo manifiesta en una exposición del Centro Ve­nezolano Americano de Las Mercedes. La exposición realizada el 2 de julio de 1968, destacaba el estilo naturalista, realista y figurativo de esos dibujos primitivos frente al inmenso número de petroglifos geométricos hallados en otras partes de Venezuela.
Hablando de ellos, Walter Dupuy los atribuía a motivos religiosos pro­pios de los antiguos pueblos animistas y pensaban que alguna de las figuras, posiblemente, representaban las deidades que habitaban el pai­saje circundante, según la creencia de los remotísimos en el tiempo, cuyos artífices las expresaron así, en dura roca.
Macagua II
Me imagino que el legendario Laberinto de Creta ha debido ser como Macagua II. Sólo que aquí el Minotauro, contrario a la leyenda, nunca podría ser alcanzado por la astucia porque su fuerza estará siempre bien administrada para dominarlo todo con la gracia y la telúrica energía que le imprimen la dulce majestad del agua y la dureza de la tierra.
Es todo este complejo de Macagua II un laberinto singular y misterioso, encantador, donde la naturaleza y el ingenio del hombre se conjugaron en una apoteósica invocación de progreso.
Es un laberinto donde se atrapa el agua resistida en parajes turbulentos que luego, convertida en remansos y cascadas, exalta la geología milenaria del paisaje y hace menos perecedera la existencia del hombre. Es quizás la ¡bienhadada poesía de Juan de Mena! un Laberinto de Fortuna incrus­tado en la trama octogonal de una gran ciudad que crece y nunca se detiene.
Nada hay allí que se parezca a una macagua (serpiente venenosa). Todo es dulce, energético y sobrecogedor como la globalidad del paisaje. Aca­so lo más parecido en el mapa, más por lo reptante que por otra cosa, sea la línea férrea que pasa por su costado del poniente.
Uno pudiera ubicarse en el Parque Cachamay o en el de la Llovizna donde el agua pulverizada penetra en cada poro. Pudiera ubicarse y elevarse un poco, lo suficiente para contemplar el lago metiéndose furtiva y sigilosamente, con la fluidez sí de una macagua, en las turbinas de las tres Casas de Máquinas. Contemplar los espejos de agua aprehendidos entre los diques e islotes, los saltos copiosamente espumosos, el enros­cado y ciclópeo muro de la presa de concreto, la vialidad sobre las aguas, los parques y las zonas verdes, los espacios deportivos y recreativos, las subestaciones hidroeléctricas, en fin, los edificios y el aeropuerto con un extremo de la pista hendido en el propio lago artificial de la Presa.
Todo un laberinto impresionante, sugestivo, el laberinto configurado de un hiperbólico oído donde se resuelven las ondas de la tempestad del Caroní en un extraño concierto que estimula y excita. El Caroní despier­ta su fuerza colosal en el coso de la doma y el domador lo domestica en un largo proceso difícil de relatar, ni siquiera con el sistema iconográfi­co más avanzado. Para darnos una idea aproximada, sólo hay que dete­ner en lo que era la naturaleza en aquellos antiquísimos predios del cacique Morequito, luego ver allí surgir como por arte de magia esta obra de alta ingeniería perfectamente acabada y tras una aguda afina­ción, poner a volar la imaginación.
Mucha agua ha corrido desde los tiempos del Cacique Morequito, cua­tro centurias o algo más y, obviamente, el 7 de julio de 1988 cuando Angel Arellán, activó la voladura que daba inicio formal a los trabajos de construcción de la nueva y tercera Central Hidroeléctrica del Caroní, aquel lugar no era el mismo, pero seguía siendo apto para que en él creciera algo monumental como esta presa que volcará sobre patios y tendidos una fuerza equiparable a 2.540 megavatios que sumada a la de los 370 de la Central Macagua I y a la de los 10.000 de la Represa Raúl Leoni en Guri, dará otra mayor para cubrir las necesidades eléctricas de unas veinte ciudades como Caracas. Particularmente, Macagua II pro­ducirá un equivalente al 20 por ciento de la energía eléctrica que consu­me actualmente el país, destinada primordialmente a satisfacer el incre­mento de la demanda que comenzó a generarse a partir de 1993 cuando el índice de crecimiento, por consumo de energía, se situaba en una tasa superior al 6 por ciento interanual.
Macagua II es la prolongación de Macagua I y eslabón de una cadena de Represas que se ha propuesto CVG-Edelca para aprovechar el potencial hidroeléctrico de los llamados Saltos Inferiores del Caroní, entre ellas Tocoma y Caruachi, cuyos trabajos preliminares tales como vías de acce­so y Ataguias, están en ejecución.
En 1961 terminó la construcción de Macagua I, en 1986 se colocó la décima y última turbina de la Central Hidroeléctrica de Guri y Macagua II se ha previsto que estará totalmente lista hacia 1997.
Ya se hicieron (1992) las pruebas electromecánicas en el primer bloque de generación. Esta Presa, con una elevación de 56 metros sobre el nivel del mar recibirá a presión acumulada de 36 millones 300 mil metros cúbicos de agua a nivel máximo que hará girar las turbinas de las dos Casas de Máquinas principales, la una y la dos, con un total de 14 unida­des de generación.
La Casa de Máquina Dos alojará 12 unidades generadoras con turbinas tipo Francis, de eje vertical. La caída neta que será de 46,40 metros corresponde a una capacidad por unidad de 198 megavatios y en fun­ción y preservación de la belleza escénica de los Saltos La Llovizna y Cachamay, se previó una tercera Casa de Máquinas de dos unidades generadoras provistas de turbinas tipo Kaplan con una potencia por uni­dad de 74 megavatios.
Las otras dos Represas -Caruachi y Tocoma- deberán estar en total pro­ducción al comenzar el año 2000. Caruachi, con catorce unidades, tendrá, para entonces, una capacidad instalada de 2.424 megavatios y Tocoma, en sitio geológicamente privilegiado desembocadura de Río Claro, 18 kilómetros aguas abajo de Guri generará con igual número de unidades, la misma potencia de 2.424 megavatios.
Con estos proyectos y sus sistemas de transmisión asociados, CVG-­Edelca evitará una posible crisis energética a juzgar por la tasa de creci­miento interanual de una demanda, que por supuesto, no se detiene en el 2000 sino que continuará por imperativo de la dinámica del crecimiento demográfico e industrial.
Ya, a partir del año 2000, cuando estén listos y en plena producción los Proyectos del Bajo Caroní, Edelca deberá pensar en desarrollar el po­tencial del Caura, río al cual se le calcula un potencial de 15 mil megavatios o el del Alto Caroní y del Paragua cuyos estudios de inven­tario y prefactibilidad se iniciaron con suma previsión en 1979.
De acuerdo con estos estudios de inventario y prefactibilidad, el Alto Caroní, presenta tres sitios aprovechables -Tacayacuy, Aripichei y Eutobarima- y un cuarto, el Río Paragua, todos con un potencial esti­mado en 8.500 megavatios de generación que podría satisfacer las nece­sidades energéticas de principios del próximo siglo.
Pero las cuantiosas inversiones de CVG-Edelca no sólo se dirigen a la construcción de macro centrales hidroeléctricas a lo largo del curso del Caroní, sino que también se dirigen a la realización de microcentrales en los afluentes de ese gran río para llevar la energía a puntos militares fronterizos y a comunidades rurales integradas por indígenas, misione­ros, mineros y campesinos. Actualmente, se encuentran en funciona­miento las microcentrales hidroeléctricas de Kavanayen, Kamarata, Wonken, San Ignacio de Yuruari, Ciudadela, Cuao y se construyen las de Santa Elena de Uairén, Icabarú y Canaima.
En fin, el Caroní o mejor, toda la cuenca del Caroní, se hallará para los primeros años del 2000, erizada de Centrales Hidroeléctricas de todas las dimensiones. Entonces, serán sólo navegables los espacios lacustres de sus Represas, donde además, con un impacto ecológico positivo a nivel de la ictiofauna, crecerá un potencial pesquero impresionante como el del Guri, pero cada Presa con una particularidad signada por el medio natural o urbano como en el caso de Macagua II, que presenta la confi­guración de un Laberinto singular atrapado por la trama urbana de Los Olivos, Puerto Ordaz y San Félix.

La industria integral del aluminio
La industria del aluminio requiere de abundante electricidad, unos 15 o 17 kilovatios por kilo, y de su materia prima fundamental, la bauxita. Ambas, se dan en la Guayana en condiciones y calidades ideales y el resultado ha sido la materialización de un gran complejo industrial del aluminio con un alto grado de integración vertical.
Sin embargo, las dos Plantas de Aluminio existentes, Alcasa y Venalum, iniciaron sus operaciones de reducción con bauxita importada de los grandes centros productores foráneos. No fue, sino a partir de la ubica­ción de los yacimientos de Los Pijiguaos cuando se abrió la perspectiva de la industria sólidamente integrada que tenemos en la actualidad, y en la cual se inserta la empresa Interalúmina que transforma la bauxita en alúmina, materia prima básica para lograr el aluminio. Si bien se impor­taba bauxita, había la convicción de su existencia desde 1930 que co­menzaron en forma científica y sistemática las exploraciones geológicas de Guayana. Esa exploración, que llevaron adelante el Ministerio de Minas y CVG, permitió la ubicación de importantes yacimientos de bauxita y lateritas alumínicas en la Altiplanicie de Nuria (Provincia Geológica de La Pastora). Asimismo, al Norte de la mina de hierro de El Pao y en el cerro Turagua. Pero el descubrimiento de los grandes yaci­mientos de Los Pijiguaos en 1975 (Provincia geológica del Cuchivero), cambió radicalmente la situación. Para entonces, sólo existía Aluminio del Caroní,   (Alcasa).
De manera que antes del descubrimiento y explotación de la bauxita de Los Pijiguaos, ya existía Alcasa, única planta de aluminio, gracias a Macagua, pues entre 1954 y 1959 cuando el Gobierno Nacional resuelve en firme el desarrollo del potencial hidroeléctrico del Caroní con la cons­trucción de la Central Macagua I, la disponibilidad por parte de esta ener­gía a precios atractivos para la producción económica de aluminio, mo­vió tanto al Gobierno de Venezuela como empresarios privados de esa industria, a pensar seriamente en la instalación de una planta de reduc­ción de aluminio en Guayana.
La empresa privada norteamericana. Reynolds Internacional, Inc. subsi­diaria de la Reynolds Metal Company, una de las principales producto­ras de aluminio del mundo fue la primera interesada.
Durante 1960 se iniciaron las negociaciones entre esa empresa y la Cor­poración Venezolana de Fomento, las cuales culminaron con un acuer­do el 21 de diciembre, mediante el cual se constituyó la empresa Alumi­nio del Caroní, S.A. (ALCASA) con un capital de 50.000.000 de bolíva­res. Al mismo tiempo se celebró un contrato para la venta de energía entre la CVG y Alcasa, y en el cual se garantizaba una determinada disponibilidad de carga a un precio suficientemente atractivo para la producción de aluminio.
El 30 de diciembre de 1960 fue creada la Corporación Venezolana de Guayana; el 3 de febrero de 1961 fueron traspasados los contratos que, en relación con la planta de aluminio, había celebrado la Corporación Venezolana de Fomento.
El 19 de febrero de 1966 el Presidente de la República Raúl Leoni colocó la primera piedra y el 15 de octubre del año siguiente inauguró oficial­mente la planta construida a un costo de 100 millones de bolívares apor­tados por la CVG y la Reynolds Internacional. Para la inauguración vino el magnate norteamericano Louis Reynolds.
El Presidente inauguró, además, la Subestación Guayana, el sistema de abastecimiento de agua del sector Oeste de Puerto Ordaz, la Planta de Tratamiento del acueducto para 250 mil habitantes, el Parque Cachamay y la prolongación de la avenida Antonio de Berrío.
En la construcción de esta primera planta de aluminio fue relevante la capacidad técnica venezolana, pues no sólo las estructuras metálicas, sino también las cubetas de reducción y las barras de trasmisión de la electricidad a las celdas fueron fabricadas totalmente en el país. El silo de alúmina, con capacidad para 10.000 toneladas y el sistema de des­carga del puerto que dio una solución al problema de los cambios de nivel del río Orinoco, fueron fabricados y diseñados en el país.
Esta empresa de capital mixto aportado por la CVG, Fondo de Inversio­nes de Venezuela y la Reynolds Internacional, inició sus operaciones en octubre de 1967 con 10.000 toneladas métricas anuales de lingotes de aluminio primario, producción que se incrementó con sucesivas amplia­ciones a 200 mil toneladas a finales de 1980.
Alcasa posee, además, en Ciudad Guayana, una planta de laminación que se inició con una capacidad instalada de 20.000 TM/año de produc­tos laminados duros y otra en Guacara, Estado Carabobo, para hojas delgadas foil. Asimismo, un programa de internacionalización, empren­dido en 1986 para defensa y captura de mercados internacionales, ase­gurando la colocación accionaría en empresas procesadoras, ubicadas en el exterior.
El programa de internacionalización lo inició Alcasa, con la adquisi­ción del 50 por ciento del capital accionario de "(ALEUROPE) Empre­sa ubicada en Bélgica y la cual posee una fundición con capacidad de 23.000 t/m para refundición de tochos de extensión de aluminio.
Continuó con Aluminios Nacionales (Alunasa) de Costa Rica, fabrican­te de productos laminados de aluminio (foil); "Empresas Asociadas a Alcasa Ruedas de Aluminio, C.A." (Rualca) productora de rines de alu­minio; "B,W,A, de Venezuela, S.A." ubicada en Mariara, Carabobo, de­dicada a la fabricación de rines de aleaciones livianas o de aluminio; "Conductores de Aluminio del Caroní, C.A. (Cabelum), en Ciudad Bo­lívar, dedicada a la fabricación de cables de aluminio y "Foma de Vene­zuela, S.A." con asiento en Mariara, fabricante de tapas y bases de alternadores.
El 29 de agosto de 1973 se constituyó Industria Venezolana de Alumi­nio -(Venalum) con un capital mixto de 2.600 millones de bolívares sus­crito por CVG y el Fondo de Inversiones de Venezuela en un 80 por ciento y el 20 por ciento restante, capital japonés. Fue inaugurada el 10 de junio de 1978 con una capacidad instalada de 280.000 toneladas que progresivamente ha venido incrementando con nuevos proyectos de mejoras operativas orientados a la meta de 456.000 toneladas.
A estas dos plantas procesadoras les siguieron Interalúmma puesta en servicio en 1983 y Bauxiven (1988), ambas fundidas con Venalum en una sola empresa: Bauxilum. Bauxiven (Desarrollo Minero de la Bauxita) creada en 1979 con la misión de explotar el yacimiento de la serranía de Los Pijiguaos (Municipio Cedeño), calculado en 200 millones de tone­ladas probadas a un tenor de 49,5 por ciento.
Con el hallazgo y explotación de la bauxita de Los Pijiguaos que susti­tuyó de plano las importaciones y la puesta en servicio de Interalumina (1983), se logró la integración vertical del proceso partiendo de la mate­ria prima.

Con este complejo de reducción del aluminio, Venezuela se comporta hoy como el primer productor de aluminio de América Latina y séptimo del mundo.

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